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HAMSTER DE IGLESIA

 

Hola. Mi nombre es Camilo. Hoy hacen 12 años que acepté a Jesús como mi único y suficiente Salvador. Justo hoy viene a mi mente la agonía en que se hallaba mi alma en medio de la aparente estabilidad que todos podían observar. 

Recuerdo con nostalgia ese día, esos meses, ese año. Por primera vez me sentía vivo, sentía razón de ser a mi existencia, en Cristo había encontrado propósito a mi caminar en la tierra. Había descubierto la sinceridad en las personas, ellos formaban parte de una comunidad cuya fuerza motriz era el amor de Dios en sus corazones y que podía palparse en cada una de sus acciones. Yo,  este hombre, cuyos intereses siempre estuvieron direccionados a obtener beneficios propios, ahora era parte de esa familia llamada iglesia.

 

  Poco a poco la Biblia me fue guiando a caminar conforme a la voluntad de Dios, inicialmente parecía imposible hacer las cosas de manera diferente a como lo había hecho toda mi vida, y que según yo creía, no le hacía mal a nadie, pero en mi había algo diferente desde aquel día, no lo entendía, pero no era algo, era alguien, era el Espíritu Santo de Dios que estaba en mi como garantía de mi salvación y para guiarme en toda la verdad.

   El Espíritu Santo encendió en mí una llama que ardía de amor por Jesús, de amor por su iglesia y por la gente que le necesitaba. No deseaba otra cosa más que servir a mi salvador, había entendido que no merecía el gran regalo de la salvación que me fue dado mediante la Sangre de Jesús derramada en una cruz en el calvario, pero era una nueva criatura hecha en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Él dispuso desde antes para que estuviéramos en ellas, según reza Efesios 2:10.

 Leer la Biblia, estudiarla junto a aquellos que Dios usaba para edificar la vida de cada creyente, era lo que más amaba en el mundo, sentía que el mismo Jesús me hablaba en cada discipulado. Poco tiempo había pasado de mi llegada a la iglesia, cuando me asignaron mi primera responsabilidad; debía cargar leña para la sopa que sería preparada para unos bautizos y luego debía mantener el baño de caballeros limpio. Sabía que no había forma de pagar el invaluable regalo que a Dios le había complacido darme, pero sentía que era un privilegio poder serle útil a mi Señor. Ese fue uno de los días más alegres de mi vida.

     Por la misericordia de Dios, pronto, yo mismo, Camilo Morales, estaría siendo bautizado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. No recuerdo exactamente cuándo di mi primer discipulado a unos nuevos creyentes, pero todavía siento como si fuera hoy, los nervios por no equivocarme, claro, era enseñar lo que Dios dice en su Palabra. Los nervios no opacaban lo enriquecedor de esos momentos previos estudiando las Escrituras y creciendo en el conocimiento de Dios.

  Pocos años pasaron cuando mi pastor me llamo a formar parte del ministerio de evangelismo y misiones de mi iglesia. Era inmensamente feliz. Ver el rostro de las personas cuando les era presentado el evangelio por primera vez, no tenía precio, ver llegar a muchos a los pies de Cristo, comenzar sus procesos discipulares, ver sus vidas cambiando, impactando sus familias que poco a poco iban entregando también sus vidas al Señor Jesús me llenaba de mucha satisfacción. 

   Hoy, 12 años después de aquel primer día,  hay nostalgia, no sé cuándo ni cómo fue, solo sé que hoy esa pasión no está, esa alegría por servir se ha degradado al punto de la realización rutinaria de una tarea que sé que debo cumplir. Pasé de un gozo constante por servir y estudiar la Palabra de Dios a una rutina envolvente en la que asisto domingo a domingo a la congregación, escucho uno que otro devocional por las redes sociales y trato de agendar alguna tarea que me permita mantenerme en contacto con los hermanos.

  Sin darme cuenta comencé a sufrir del efecto hámster.  Esto ocurre cuando comienzas a correr solo por el hecho de tener que hacerlo, habiendo perdido el foco, generalmente dejas de enfocarte en el proyecto de Dios y comienzas a fijarte en tu propio proyecto, crees que mantenerte activo te hace eficiente, pero habiendo perdido el foco y la visión dejas de avanzar, aunque lo peor es que el hámster no se da cuenta de que la rueda que mueve no le lleva a ningún lugar. 



  Hoy son muchos los Camilos que ocupan las bancas de las iglesias, que se sientan en los grupos celulares, pero que habiendo perdido la pasión y la visión de Cristo para su iglesia, corren sin llegar a cumplir con el propósito encomendado por Dios de reconciliar al mundo perdido con Él, a través de Jesús.  

Esto ocurre porque los seres humanos estamos dotados de una increíble capacidad de adaptación. A veces se nota en cosas simples, como por ejemplo cuando nos echamos perfume. Al cabo de un rato, dejamos de olerlo. Pero no es porque su efecto se haya desvanecido, sino porque nuestro olfato se ha acostumbrado. Otras veces nuestra capacidad de adaptación se nota en asuntos más importantes, como por ejemplo en esas desafortunadas épocas de la vida en las que, por diferentes motivos, tenemos que acostumbrarnos a la incomodidad, al dolor o, en los casos más extremos, a la falta de nuestros seres queridos. En todos esos casos ser capaz de adaptarnos es importante y positivo.

El gran problema que tenemos es que también nos acostumbramos a lo bueno que nos pasa. Cuando compramos un auto o cuando nos aumentan el salario, automáticamente nos sentimos alegres. Pero al cabo de un tiempo el efecto se desvanece: ese es el efecto hámster. Esto explica porque se pierde la pasión del primer amor.

 

Y aquí es donde viene el secreto: hay que intentar no acostumbrarse. Hay que luchar por saborear las cosas buenas que Dios nos da: celebrarlas, recordarlas y, sobre todo, buscarlas activamente. El antídoto contra el efecto hamster es ser agradecidos por lo bueno que hay en la vida, aunque consideremos que es poco. Dios cuida de las aves del campo, y para Él nosotros somos mucho más valiosos, por eso no deja de estar pendiente de nuestras necesidades, cada cosa que forma parte de nuestra vida es con certeza un regalo de nuestro Dios.

   La Biblia nos insta una y otra vez a ser agradecidos. No debemos dejar de ver nunca el privilegio inmerecido que tenemos de poder servir a nuestro Dios a través de Cristo Jesús. Debemos mantenernos enfocados en la carrera, como decía Pablo: Filipenses 3:14 “Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

  Dios puso cosas hermosas en ti, te amó al extremo con un amor que no deja de ser, esa es la medida, nuestro amor por Jesús, nuestra pasión por cumplir su llamado, nuestro anhelo de servirle, no debe dejar de ser.

  Yo pude ser Camilo Moran, Tu puedes haber sido Camilo Moran, o puedes que justo en este instante te sientas como Camilo, quiero animarte a ir a la cruz, a redescubrir el privilegio de cargar una silla, de barrer el templo, de buscar a los invitados y cantar en un grupo pequeño con lágrimas en los ojos delante de la sobrecogedora presencia de Dios.

  Oro por cada Camilo, por cada uno que se ha sentido como hámster, dando vueltas dentro de una rueda, para que el Señor les anime y puedan manifestar a muchos más ese amor que Cristo ha derramado en sus corazones.  

“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.” Isaías 60:1

Dios les bendiga mucho.

Pastor Harry Mendoza

 

Comentarios

  1. Gloria a Dios que cada día el señor nos habla aunque sea a través de un Camilo para permitirnos volver la vista a su cruz y a su sacrificio

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