Estaba entrada la noche, habíamos tenido una jornada ardua pero llena de regocijo. Unas pocas horas atrás nuestro maestro había dado de comer a más de 5000 hombres sin contar las mujeres y los niños, y esto solo con 5 panes y 2 pescados que traía consigo un amigo de Andrés, mi hermano. Estábamos agotados cuando el maestro nos hizo abordar una barca con la instrucción de ir al otro lado. Yo fuí pescador casi toda mi vida, hasta aquel día cuando el maestro me llamo a dejar las redes para ser pescador de hombres, por lo tanto sabía que ese cielo sombrío sobre el mar de Tiberias indicaba no menos que implacables olas. En esta época del año fuertes vientos golpean a través de los estrechos desfiladeros circundantes del valle, causando tormentas extremadamente súbitas y violentas. Sabiendo esto entramos a la barca sin dudarlo, Él, nuestro Señor, nos había enviado mientras Él iba al monte a orar. Bien entrada la noche nos encontrábamos en medio de ese mar ...